El caserío de la Almenara se articula en torno a un patio irregular, cuyo suelo está a la vez empedrado, adoquinado y terrizo, al que sigue un corral trasero de configuración marcadamente alargada, todo ello cerrado por una alta tapia en buena parte almenada, lo que le da al conjunto un marcado aspecto defensivo.

Un camino de acceso arbolado conduce a la portada del edificio, de cuidada apariencia neoclásica y ante la que se encuentra una cruz humilladero.

La referida portada es el único acceso al patio en torno al cual se organizan todas las dependencias del edificio y que claramente consta de dos ámbitos que no llegan a segregarse; el primero es el que podríamos denominar del señorío y el segundo de labor. El imponente señorío ocupa una crujía de doble altura y sobre su puerta aparece la fecha de 1726. La portada de esta espléndida residencia cuenta con una rica policromía que combina los tonos blanco, albero y almagra, por lo que sería comparable en este sentido con la Hacienda los Molinos de Maestre, en Dos Hermanas.

En este sector el elemento principal es la almazara, dispuesta en ángulo, con el molino, cubierto por teja plana, en una nave en la crujía de fachada. El molino de sangre debió ser sustituido con posterioridad por uno hidráulico. Por su parte, la nave de la viga, que conserva la capilla, está presidida por la llamativa torre de contrapeso, rematada por una terraza almenada a la que da acceso una moderna escalera cuyos peldaños vuelan sobre el tejado.

Todo parece indicar, por una referencia a la que más adelante aludiremos, que su caserío data, al menos, de principios del siglo XVIII. En ese momento debieron levantarse sus piezas fundamentales, que a lo largo del tiempo sufrieron las lógicas reformas y transformaciones.

Fuente: Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte.