Una hacienda, eso sí, de las que hemos denominado "industriales", no de las tradicionales o clásicas y propias del siglo XVIII.

Cabe destacar la regularidad de su estructura, articulada en torno a un patio cuadrado. En el edificio destaca sobremanera la gran crujía de fachada, muy clásica y cuidada, centrada por una espadaña tras la cual hay una pequeña terraza con soberbias vistas. La fachada está pintada de blanco y almagra, con la planta baja ocupada, a la izquierda, por la capilla y por una cuadra de caballos de monta y, a la derecha, por viviendas del personal de la finca. La planta alta, a la que se accede por una amplia escalera, era el señorío, organizado a partir de un pasillo que se abre al patio y una serie de habitaciones que asoman a la fachada. Un plano de la finca fechado en 1921 hace referencia a que la era se encontraba ante esta fachada. La capilla merece una mención especial y, así, cabe indicar que tiene su acceso principal por la fachada izquierda del edificio, ante la que se levanta un jardín, con el interior estucado y muy cuidado, cerrado por una cúpula. Todavía conserva la tribuna, el altar y el retablo, tras el cual se encontraba la sacristía.

En el lateral izquierdo del patio, que está empedrado, se dispone la almazara, en la que aparece una reja con la fecha de 1921 y que aún conserva algunas tinajas enterradas. De la primitiva fábrica aceitera, cuyo suelo es de losas de Tarifa, se conserva la estructura de dos naves muy transformadas y convertidas en la actualidad en una herrería. La crujía de la derecha parece que era originalmente cuadra, y la del fondo, viviendas de los caseros y personal de la finca.

Fuente: Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte.