La explotación, al parecer, fue propiedad de los franciscanos y tuvo una extensión aún mayor que en la actualidad, 460 ha, ya que estuvo unida a dos fincas colindantes, lo que explica la envergadura de su caserío, claramente especializado en la producción aceitera, con cuatro vigas, algo excepcional en el entorno sevillano donde la mayoría de las haciendas cuenta con una viga y sólo unas pocas con dos y aún menos con tres. Edificaciones dedicadas a otras labores, como el ganado o el almacenamiento, fueron relegadas a otros emplazamientos dentro de la gran finca.

En la estacada del Rosario era donde se encontraba originariamente el ganado del Rulo.

A la izquierda de la entrada se distribuyen las oficinas y, a continuación, un ámbito articulado mediante una retícula de bóvedas de arista sobre pilares, con los paramentos en parte alquitranados, empleado como granero, y que, según Gema Florido, antes sirvió de gañanía. De modo simétrico, en la planta baja a la derecha del acceso se suceden la vivienda del casero y otra estructura de bóvedas y pilares igual a la anterior, correspondiente a la antigua capilla pública, cuya portada exterior, hoy cegada, resalta en el plano de la fachada. Las dependencias de la planta superior del cuerpo de fachada corresponden a las habitaciones del señorío, que dispone de un pequeño oratorio privado que sustituyó a la mencionada capilla pública.

Fuente: Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte