Por las fuentes documentales se sabe que en tiempos de Marco Aurelio (siglo II), la ciudad se hallaba fortificada. En el siglo X, Abderramán III mandó derribarlas, para ser nuevamente reconstruida por los almohades en el tránsito del XII al XIII. A mediados del siglo XVII, perdida su finalidad militar, comienza a acometerse su demolición, consumándose el proceso a partir de la revolución de 1.868, en el que son demolidas las puertas.

El adarve construido de tapial de hormigón de 1,80 metros de espesor, se desarrollaba en lienzos de curvas cóncavas y convexas alternativamente. Las torres, de planta rectangular, se adosaban al exterior de la muralla. Éstas eran macizas hasta en el paseo de ronda, donde existía una cámara abovedada.

Fuente: Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte.